30 mayo 2011

EL MURALISMO MEXICANO

PINTURA Y EDUCACIÓN POPULAR

México, hacia 1920. Para esa fecha podría considerarse que ha finalizado la revolución mexicana, al menos en lo que a su fase más virulenta se refiere. Un complejo proceso que puso de relieve las profundas diferencias sociales y económicas existentes en el país, la disparidad de planteamientos ideológicos (acordes con aquéllos) y la facilidad con la que todo ello conducía  a enfrentamientos armados de diverso tipo. A finales de ese año pasó a formar gobierno (1920/24) el presidente Álvaro de Obregón, quien poco después crea la Secretaría de Estado de Educación Pública, confiando el nuevo ministerio al liberal José Vasconcelos, de sobra conocido en el país por sus ideas reformistas e innovadoras.

David Alfaro Siqueiros: "De la dictadura de Porfirio Díaz a la revolución" (detalle). (1957-65). México D.F.


Desde su nuevo cargo, Vasconcelos aborda un amplísimo programa de reformas, que incluye medidas muy variadas: creación de nuevas escuelas y formación de maestros, impulso de las artes y los oficios, difusión popular de obras literarias, etc. Además, contempló también la promoción de las artes plásticas, mediante el encargo a jóvenes artistas de la realización de murales en diversos edificios públicos, de forma que aquéllos pudiesen ser conocidos, libremente, por todo tipo de ciudadanos. De esta manera, durante casi tres décadas, aunque a diverso ritmo, estuvieron realizándose murales por todo el país (aunque de forma preferente en la capital), hecho que manifiesta la importancia que los distintos gobiernos concedían a este tipo de manifestación artística.

Derecha: David Alfaro Siqueiros: "La marcha de la humanidad" (detalle). 1966-71). México D.F. Izquierda: José Clemente Orozco: "Omnisciencia" (1925). México D.F.
 
Fue así como surgió el denominado muralismo mexicano, con el que identificamos un amplísimo conjunto de obras, dispersas en diversos edificios localizados en distintas ciudades del país y realizadas por un elevado número de autores que, si bien no parten de presupuestos plásticos comunes, coinciden en una serie de cuestiones. Por un lado, la mayor parte de los murales está relacionada con la intención de difundir la identidad nacional (aún en construcción) y los propios logros de la revolución mexicana. Por otro, las obras, en sí mismas, manifiestan (como no podía ser de otra manera) su vinculación con las distintas corrientes artísticas de la época y, más en concreto, con las vanguardias pictóricas que por esos años vienen ocupando el protagonismo artístico en Europa. Finalmente, los artistas (frente a los antiguos usos de los pintores al fresco) optan por nuevos materiales: la pintura acrílica, la de automóviles e incluso el cemento coloreado y aplicado a pistola.

Diego Rivera: "El hombre controlador del Universo" (o "el hombre en el cruce de caminos" (1934). México D.F.

Entre ese numeroso grupo de artistas, fueron tres jóvenes pintores (todos ellos pertenecientes a corrientes políticas de izquierda) quienes destacaron especialmente. Por un lado, Diego Rivera ( 1887-1957) se caracteriza por realizar murales de colores muy vivos, tratados de una forma cercana a los planteamientos geométricos de Cezanne, completamente llenos de personajes, frecuentemente indígenas. En segundo lugar, David Alfaro Siqueiros (1896-1974) concibe en cierta medida el arte como medio para la propaganda ideológica, idea fruto de su militancia en el Partido Comunista del país. Sus obras, en las que manifiesta su interés por el movimiento y por captar las emociones de los protagonistas, se caracterizan por exaltar a las clases populares, mientras retrata de forma grotesca a los representantes de los grupos sociales dominantes. Por último, José Clemente Orozco ( 1883-1949) manifiesta dentro del grupo una tendencia más marcada hacia los planteamientos expresionistas, aunque se muestra también interesado por el geometrismo que caracteriza la obra de Rivera. Su tema preferente lo constituyen los diversos acontecimientos principales de la revolución mexicana.

Inferior. Izquierda: David Alfaro Siqueiros: "El pueblo a la universidad y la universidad al pueblo" (1954) México D.F. // Derecha: Diego Rivera: "Mercado de Tlatelolco" (1942). México D.F.


Aunque realizaron también otros tipos de manifestaciones artísticas (pintura al óleo, escultura, etc.) las obras sobre pared de estos pintores muralistas, junto a otros muchos que participaron en el proyecto, manifiestan su coincidencia con los planteamientos de los sucesivos gobiernos respecto a la importancia de la pintura como medio de educación popular, hecho que queda constatado en la frase de Siqueiros de que había que hacer de la pintura "un bien colectivo, útil para la cultura de las masas populares". Pero además, algunos de estos pintores acabaron convencidos de la idoneidad del mural como mejor forma de expresión pictórica. Así, Orozco afirmaba que "la forma más pura de la pintura es la mural. Es también la más desinteresada, ya que no puede ser escondida para el beneficio de algunos priivilegiados. Es para el pueblo, es para todos". Al menos, en algún sentido, tenía razón.

José Clemente Orozco: "Zapatistas" (1931). Washington. (Óleo).

 Sobre el muralismo mexicano, en su conjunto, podéis leer las informaciones que se presentan en esta página, con enlace a otros contenidos. Leed también este breve texto.

21 mayo 2011

DUCCIO

EL ORIGEN DE LA ESCUELA  SIENESA DE PINTURA

Muchas veces la producción de un artista viene a demostrarnos como éste se encuentra en una encrucijada en la que son claramente perceptibles determinadas influencias y estilos diversos, que el autor trata de combinar con mayor o menor acierto. Este es el caso de Duccio di Buoninsegna (hacia 1255/1318-19), a quien podemos considerar de algún  modo como el creador de la escuela sienesa de pintura, en los comienzos del Trecento italiano. Un pintor cuya obra se desenvolvió casi siempre entre una predominante tradición bizantinista, las influencias de la pintura gótica (en muchos casos, heredera de aquélla) y la tendencia progresiva a dar mayor importancia al naturalismo, lo que a su vez muestra un conocimiento de la obra de su contemporáneo Giotto di Bondone, creador de la escuela florentina.

Superior. Duccio di Buoninsegna. Izquierda: "Madonna Rucellai (1285) Florencia. Derecha: "Madonna di Crevola" (1284) Siena.

Tras pasar un periodo de formación del que apenas tenemos noticias (se ha afirmado que Cimabue fue el maestro de nuestro artista), hacia 1280 encontramos a Duccio establecido en Siena y, pocos años después, en 1285, realiza una de las obras que le darían más fama, la Madonna Rucellai, en la que son bien visibles los modelos bizantinos (los nimbos, la presencia del fondo dorado...), aunque introduce algunas aportaciones personales de interés, tales como un cierto sentido lírico, expresado a través del manejo de colores suaves y una novedosa idea del movimiento, como podemos apreciar en las líneas sinuosas del manto de la Virgen. En años posteriores Duccio seguiría  pintando con frecuencia este modelo de la Virgen y el Niño acompañados de ángeles y santos, dada su aceptación entre la clientela sienesa.

Derecha: "Coronación de la Virgen" (detalle de la vidriera del ábside de la catedral de Siena). Hacia 1288. 

Por otra parte, desde 1288 encontramos a Duccio embarcado, junto a otros artistas, en la realización de la gran vidriera circular (seis metros de diámetro) de la catedral de Siena, en la que se muestran tres escenas relacionadas con la Virgen: la Muerte, la Asunción y la Coronación. Aunque es evidente que la realización última de la obra correspondió a artistas del vidrio (desconocidos, por otra parte), no parece que existan dudas sobre que el diseño y dibujo previo de todo el conjunto correspondió al pintor sienés.

Inferior. Duccio di Buoninsegna: "Maestà" (1308/11). Siena.

Más adelante, en 1308, Duccio había recibido ya el encargo de la que sería su obra maestra, la Maestà que tres años más tarde fue colocada como retablo del altar mayor de la catedral de la ciudad. Se trata de una tabla de gran tamaño (4,2 por 2,1 metros), pintada al temple, en cuya parte delantera encontramos de nuevo a la Virgen con el Niño, acompañados por ángeles, apóstoles y santos sobre un fondo dorado. En la parte trasera se muestran   veintiséis escenas de la Pasión de  Cristo. Y es aquí, precisamente, donde Duccio introduce las novedades más significativas con respecto a las tradiciones bizantina y gótica, como son el interés por el detalle y la búsqueda de una mayor naturalismo en la representación.


Con posterioridad a estas fechas y a la realización de la Maestà, los datos sobre Duccio se vuelven más escasos, con excepción de los que rodean a su propia muerte que ocurrió al parecer en medio de la más absoluta pobreza. Así pues, no pudo cumplirse el deseo que el artista dejó escrito para certificar su autoría de la gran Maestà: "Santa Madre de Dios, sé causa de paz para Siena y de vida para Duccio, que así te pintó". El artista no podía ser inmortal. Tal vez su obra sí.

Superior. Duccio di Buoninsegna. Izquierda: "Pilatos lavándose las manos" (detalle de la Maestà) 1308-1311. Derecha: "Resurrección de Lázaro" (1310/11).
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Sobre Duccio disponéis de una página italiana, "Siena per Duccio" (también en inglés) con informaciones muy completas. Igualmente podéis consultar la Wikipedia italiana, bien planteada. Por último, en español, destaca esta información de Artespaña.

17 mayo 2011

ALY BAIN Y PHIL CUNNINGHAM

MÚSICA CELTA DE LA MAYOR ELEGANCIA

En esta ocasión traemos al blog a dos músicos que pueden ser considerados, no sólo a juicio de quien escribe, dos de las referencias mundiales más respetadas dentro de la música celta. Dos artistas que aunque iniciaron y han desarrollado después trayectorias por separado vienen uniéndose de vez en cuando para crear un disco con el que consiguen cada vez (combinando en la grabación melodías populares con otras creadas por ellos) atraer la atención de público y  crítica, por su elevada calidad.

En primer lugar, Aly Bain (1946) es un músico escocés formado con autores tradicionales en el manejo del violín, instrumento con el que ha alcanzado cotas de auténtico maestro, con una amplia discografía desarrollada  a través de su participación, a lo largo del tiempo, en algunas de las  bandas musicales de carácter tradicional más conocidas de Escocia.

En segundo lugar (pero no menos importante) Phil Cunningham (1960), nacido también en Escocia es conocido por su suprema habilidad en el manejo de instrumentos diversos, desde la guitarra a la gaita, pasando por otros como el acordeón. Como Bain, también ha formado parte de algunos de los más conocidos grupos de música tradicional escocesa, sin renunciar nunca a la elaboración de discos en solitario. Por otro lado, Cunningham ha intervenido también en la creación de sintonías de series de televisión y de películas (como es el caso de "El último mohicano").

En 1986  Phil Cunningham participó como invitado en uno de los programas de una serie televisiva titulada "Aly Bain y sus amigos", Desde entonces se inició entre ambos músicos un proceso de colaboración puntual que cristalizó, años después, en la grabación de una serie de discos que alcanza hasta el momento actual, desde el primero, "La perla" (1995), hasta el último (esperemos que por el momento), "Retrato" (2010).

Precisamente, de "La perla" procede el vídeo que figura más abajo, en el que se incluyen dos vallses tradicionales: "Crucé tu puerta" y "Puertas del cielo". Son únicamente dos músicos tocando un violín y un acordeón, complementados por unos teclados. Dos grandes maestros de la música celta. Pura elegancia. (La música comienza justo al final del primer minuto).

Phil Cunningham posee su propia web, en inglés, con informaciones variadas. Más escueta es la página conjunta de ambos músicos, aún en construcción, ya que cuenta sólo con una biografía de cada uno de ellos. Que yo sepa, Aly Bain no dispone de espacio propio en la red.

15 mayo 2011

ESCHER

GEOMETRÍAS (CASI) IMPOSIBLES


En 1922, tras haber viajado por Italia, un joven holandés llega a la ciudad de Granada y poco después, como cualquier otro turista, visita los palacios nazaríes de La Alhambra. Hasta ese momento, y según los cánones burgueses de la época, nuestro joven puede considerarse en cierta medida como un  fracasado. Se llama Mauritius Cornelius Escher (1898-1972) y pertenece a una familia holandesa medianamente acomodada, cuyo padre ha tratado inútilmente de que el hijo cursase estudios de arquitectura. Sin embargo, el joven no parece mostrar interés más que por las artes gráficas (de hecho, posee muy buenas capacidades para el dibujo, sobre todo geométrico) y por los diferentes procedimientos del grabado sobre madera.

Superior. C. M. Escher. Izquierda: "Evolución - II". (1939). Derecha: "Cinta de Moebius - II" (1963). // Inferior: "Metamorfosis - II" (1939-40).
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De forma que podemos imaginar a este joven holandés, tan interesado por el dibujo y la geometría, recorriendo sin prisas las diversas estancias de La Alhambra y mostrándose embobado por el mundo de azulejos, yeserías  y alicatados que tiene ante sus ojos. Todo un universo en el que predominan de forma absoluta las formas geométricas de todo tipo, tan características del arte islámico, aunque en esta ocasión resulten concordantes con los gustos e intereses de un joven de los Países Bajos como Escher quien unos días después abandona la ciudad, a la que regresaría otra vez en 1936, sin duda de nuevo atraído por la belleza de las geometrías decorativas nazaríes. Llama la atención además que, pese a encontrarse en plena madurez, el artista continuase viviendo de las rentas proporcionadas por la economía familiar, sin poseer dedicación propia alguna.

La razón de dicha situación personal se encuentra en que, para entonces, Escher se halla volcado por completo al dibujo y, en menor medida, a las diferentes técnicas del grabado. En sus obras predomina obviamente el interés por la abstracción geométrica, sin que ello suponga la completa desaparición de elementos figurativos y naturalistas, pero con tendencia también a la repetición y la seriación, en un esfuerzo constante de búsqueda de la sorpresa. Por otra parte, todo ello viene a desvelar el interés de Escher por las cuestiones de carácter matemático, pese a no haber cursado nunca estudios de esta especialidad. Además, manifiesta una clara capacidad creativa cuando en determinadas seriaciones introduce metamorfosis diversas que conducen a la transformación de los elementos iniciales en otros por completo diferentes.

C. M. Escher: "División regular del plano - VI" (1957).

Pese a todo este acervo de creatividad, no fue hasta los años cincuenta del siglo pasado cuando la obra de Escher comenzó a hacerse conocida y a incrementar su valor, de manera que el artista pudo finalmente independizarse de la economía familiar en la que hasta entonces se había sostenido. Probablemente esta situación tan excepcional de dependencia, manifieste el escaso interés del artista por los problemas de la vida cotidiana y su elevada tendencia a la concentración y la abstracción. Sin embargo, el mismo artista reconocía que había algo de lúdico en las actividades que llevaba a cabo, cuestión que queda bien resumida en su famosa frase: "todos mis trabajos son juegos. Juegos serios".

En definitiva, Escher fue capaz de crear todo un universo personal, empleando para ello fundamentalmente el dibujo y sus capacidades para la abstracción, convirtiéndose así en el maestro de las denominadas figuras imposibles, en las que la realidad, tal como la visualizamos habitualmente, y la ficción, tal como él podría imaginarla, se dan la mano. Y todo ello es la razón de que hoy la obra gráfica del artista holandés siga siendo objeto de la atención de los interesados en el arte o en las matemáticas y provocando asombro en quienes contemplan con cierta atención esos dibujos. Pero ya se sabe, como el propio Escher decía, "asombrarse es la base de la vida".

La Fundación M. C. Escher dispone de una web oficial sobre el artista holandés (en inglés). En español, puede realizarse una visita al Museo Virtual Escher, que dispone de varias salas. Finalmente, para conmemorar el 75 aniversario de la segunda visita de Escher a Granada, se ha organizado en dicha ciudad, una amplia exposición sobre el artista, en dos sedes (La Alhambra y Parque de las Ciencias), de la cual disponéis de amplia información en esta página.

C. M. Escher: "Sol y luna" (1948).
 

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